GRANDES DESPACHOS

Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Chile por Gonzalo Claro

La nueva Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile, con proyecto de Gonzalo Claro, se inserta en el campus de Lo Contador como una caja suspendida sobre un basamento de hormigón, apostando por una celosía perimetral de madera vista como estructura de la edificación.

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La nueva Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile, con proyecto de Gonzalo Claro, se inserta en el campus de Lo Contador como una caja suspendida sobre un basamento de hormigón, apostando por una celosía perimetral de madera vista como estructura de la edificación.


 




 



Tras ganar el concurso público convocado en el año 2013, el arquitecto Gonzalo Claro Riesco, asociado con Pablo Levine y contando en el equipo de diseño con Sarah Kutz y Rafaela Behrens, desarrolló el proyecto para el nuevo edificio de la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile.







La edificación se sitúa al sur del campus de Lo Contador, en el número 1936 de El Comendador, en la comuna de Providencia de la Región Metropolitana de Santiago de Chile. Se ubica en el lateral de la casona histórica que da nombre al campus, Lo Contador, un edificio del siglo XVIII declarado Monumento Nacional.





La nueva escuela se configura volumétricamente como una caja de estructura de madera que se levanta del suelo apoyándose en muros de hormigón visto, dispuestos de manera centrífuga, en forma de molinillo o esvástica. Sobre este volumen, en cubierta se posa una pieza cerrada, retranqueada del perímetro, con perfil inclinado y materialidad diferenciada.







El volumen suspendido de madera acoge, en sus dos alturas, los despachos para profesores de la Escuela de Arquitectura. Los espacios servidos se llevan a los laterales, mientras que la circulación central se diferencia en dos bandas al interponer paquetes de espacios servidores en su parte central. El corredor se enriquece, de esta manera, con espacios interconectados, zonas comunes y áreas de estancia. El programa público se dispone en planta baja, mientras que el volumen posado sobre la cubierta se reserva para un pequeño auditorio o salón de actos.













La imagen exterior del edificio remarca su estructura de vigas y pilares de madera laminada, dejando vista la viga en celosía que define su perímetro, en una forma de mostrar la distribución de cargas. El entramado estructural salva unos 21 metros de luz entre apoyos, y permite la constitución de un gran voladizo que actúa como vestíbulo de acceso a la escuela y punto de entrada al campus universitario.





El zaguán generado presenta un carácter ambivalente, puesto que se convierte en el lugar de acceso a la parte privada del edificio, un espacio abierto al exterior, pero protegido al estar cubierto, y que, a la vez, se abre a la vida pública de su entorno, permitiendo la permeabilidad entre el barrio y el campus.





No sólo el patio cubierto de acceso se vuelca hacia el exterior. Al resolver las distintas actividades académicas en el perímetro, el espacio interior se asoma al barrio, dejándose mostrar a través de la celosía que envuelve el volumen principal. Los espacios interiores se caracterizan por su conexión visual directa con el exterior.





Los distintos niveles se entrelazan gracias a un núcleo de comunicación vertical tratado como un elemento individualizado dentro de la volumetría conformada. Al color gris del hormigón visto y los tonos claros de la madera se opone un amarillo brillante muy contrastante. La línea quebrada del trazado de la escalera se desarrolla en vertical, mostrando la fluidez de la circulación y el movimiento a través de la edificación.









Las líneas amarillas que guían al usuario en su recorrido por el edificio acaban en la cubierta, desembocando en una terraza pública abierta a su entorno, un privilegiado mirador sobre el campus, la casona Lo Contador, el cerro de San Cristóbal y la propia ciudad.







En la imagen interior de la escuela vuelve a predominar la madera no sólo dejada vista en la estructura, sino además materializando techos y ciertos paramentos. Un vacío vertical conecta visualmente las distintas plantas entre sí. De su techo rojo cuelga una luminaria vertical, una línea de luz que pone en relación los espacios anexos en toda su altura.







La sostenibilidad de la edificación ha sido uno de los aspectos que se ha tratado especialmente desde el inicio del proyecto. La estructura de madera fue diseñada a partir de módulos que recurrían a las dimensiones de las piezas prefabricadas, evitando pérdidas de material y cortes innecesarios, facilitando su montaje y traslado.





El empleo de recursos pasivos, como la ventilación cruzada, reduce las necesidades de climatización mecanizada, buscando una mayor eficiencia energética. Los elementos prefabricados y su montaje en seco reducen el tiempo de ejecución, minorizando el impacto de la construcción tanto en el campus como en el barrio.





El usuario de la escuela, y especialmente los alumnos de arquitectura, se mueven a través de un edificio que muestra abiertamente sus ideas y principios, su funcionamiento estructural y su propuesta espacial que lo vincula con su entorno. Una lección de arquitectura fuera de las aulas.



Fotografías de Philippe Blanc



https://www.gonzaloclaro.com/

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