El futuro comenzó en los sesenta: la arquitectura de Rudolf Doernach

Un interesante capítulo de la arquitectura experimental y más utópica de la década de 1960 lo protagonizó el alemán Rudolf Doernach, con propuestas futuristas de carácter ecológico basadas en la bioarquitectura

La trayectoria de Rudolf Doernach (1929-2016) estuvo fuertemente vinculada con la arquitectura biológica y el bioclimatismo. Su construcción se basó en el concepto de biotectura, para la que se recurre al empleo de materiales orgánicos o vivos.

En 1966, propuso la construcción de unidades residenciales prefabricadas ancladas a entramados metálicos. Las células, independientes entre sí, eran cascarones formados por Isoton, un aglomerado de esferas de arcilla de 20-30 mm de diámetro y espuma, que pesaba una sexta parte del hormigón y conseguía un aislamiento 2’5 veces mayor.

Sus propuestas más utópicas utilizan el elemento vegetal como conformador de la estructura que, posteriormente, el hombre habita. A partir de entramados y enrejados de espumas y materiales orgánicos que son colonizados por organismos como líquenes, musgos o plantas trepadoras, se generan distintos espacios habitables.

Estas unidades habitacionales pueden generar verdaderas comunas, como en el caso de Hydropolis para la colonización del Mediterráneo. En oposición a la alta tecnología de las megaestructuras de la época, su arquitectura se basa en la construcción natural y la biología. Esqueletos de espuma polimérica, como islas flotantes, se convierten en el soporte de organismos marinos y elementos vegetales, en la creación de un nuevo biotopo.

Se trata, en definitiva, de una arquitectura animal y vegetal “cultivada” que surge a partir de caparazones, costras, secreciones mucosas, depósitos de organismos y exoesqueletos, así como plantaciones superficiales, en una compleja biocenosis que muta, evoluciona y cambia constantemente. Las viviendas se incorporan en oquedades, conductos excavados, terrazas y montículos, en parte ocultas por la vegetación.

En Provolution (1969), desarrolló una de estas islas artificiales en un proceso secuencial similar a una historia contada a través del cómic o a la manera de un storyboard cinematográfico.

Sus ideas, de carácter utópico y experimental, tuvieron la oportunidad de hacerse realidad durante el desarrollo de la muestra Internationale Kunststoffhaus Ausstellung der Welt, celebrada en 1971 en Lüdenscheid (Alemania), conocida como IKA’71, y que se centró, fundamentalmente, en la construcción mediante materiales plásticos.

Su propuesta Biodom se hallaba junto a obras tan emblemáticas como las casas del futuro Rondo House (1960) de Casoni + Casoni, la “Burbuja de seis casquetes” (Bulle six coques, 1964) de Jean-Benjamin Maneval o la Futuro House (1968) de Matti Suuronen.

La estructura Biodom consistía en una cúpula de algo más de 30 m² que se formaba, a la manera de un iglú, a partir de módulos prismáticos de poliestireno. La superficie exterior se convertía en el soporte de plantas tapizantes, que transformaban la construcción en una topografía artificial naturalizada. Durante la exposición, para simular el efecto vegetal, se colocaron, en su defecto, jardineras.

Fundador del Biotektur-Institut, desde su laboratorio Bioversität Rudolf Doernach continuó investigando sobre la construcción natural, la construcción tradicional y con tierra, las cúpulas geodésicas como soporte vegetal, los tratamientos residuales, la mejora energética o los revestimientos bioclimáticos. Como un visionario, sus estudios y propuestas de biotectura se adelantaron, casi en dos décadas, a las recientes construcciones ecológicas.

Fotografía de portada de Markus Bärlocher