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Casa Casi Cubo, de LAND Arquitectos

El estudio chileno LAND Arquitectos construye la Casa Casi Cubo, en Punta de Lobos, a partir de conceptos como filtro, límite y piel, generando un volumen deformado para dar respuesta al entorno, que queda recubierto por un entramado de madera permeable a la luz.

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El estudio chileno LAND Arquitectos construye la Casa Casi Cubo, en Punta de Lobos, a partir de conceptos como filtro, límite y piel, generando un volumen deformado para dar respuesta al entorno, que queda recubierto por un entramado de madera permeable a la luz.


Las obras del estudio LAND Arquitectos, con sede en Santiago de Chile y fundado por Ángela Delorenzo Arancibia y Cristóbal Valenzuela Haeussler, se caracterizan por su compromiso social, su preocupación medioambiental y su apuesta por los valores locales del lugar donde se desarrollan. Sensibilizados con la ecología, sus proyectos abogan por la relación entre urbanismo y territorio, entre arquitectura y paisaje.



La Casa Casi Cubo resuelve el programa de una segunda residencia, una vivienda para pasar las vacaciones en la costa, ubicada en una suave ladera en pendiente hacia la playa en Punta de Lobos (Pichilemu, Chile).





El prisma inicial de partida, como contenedor neutro donde desarrollar el programa residencial, ha sido modificado en un proceso de deformación volumétrica, que desarticula tanto los cerramientos verticales como el plano de cubierta, introduciendo variaciones en la altura de los espacios interiores. De esta manera, la espacialidad se ve manipulada, ganando presencia los espacios singulares de la vivienda.







La volumetría conseguida no recurre a formalismos o figuras concebidas previamente, sino que presenta un carácter abstracto, donde han primado las respuestas a condicionantes del entorno y la orientación. Aspectos como el soleamiento, la protección frente al viento procedente del sur o la apertura hacia las mejores vistas, han condicionado la forma de la edificación.







La casa presenta un cuerpo cerrado y protegido, como un refugio, donde se desarrolla la mayor parte del programa, y que se ve envuelto en una piel permeable a la luz y el viento. Este cerramiento, resuelto con listones de madera de pino, configura el perímetro edificado en tres de los lados de la vivienda. Por el contrario, el frente queda abierto y acristalado, con amplias vistas hacia el mar.







La piel exterior se formaliza como un límite físico pero no visual, al materializarse como un entramado de madera abierto a las vistas, que quedan acotadas y fragmentadas; un filtro que la luz traspasa, dibujando sombras en el pavimento; una cortina que no impide que el viento la atraviese, pero sí que matiza y disminuye su efecto.







La madera domina la imagen exterior que se percibe de la casa, en contraste con el frente acristalado orientado a poniente. La doble piel presenta, en su entramado, un aspecto textil. Los montantes verticales, variando su dimensión en altura, junto a los travesaños dispuestos en alineaciones alternadas, simulan la urdimbre de un tejido.







Entre el corazón protegido de la vivienda y su doble piel surgen espacios intermedios, algunos intersticiales, utilizados para provocar circulaciones perimetrales, pasos angostos y muy acotados, o por el contrario, espacios amplios, semicubiertos, que acogen funciones a desarrollar al aire libre, zonas de estancia, para encender un fuego o preparar una barbacoa.







Destaca el carácter ambiguo de la gran estancia exterior, definida como ampliación de la zona social de la casa, un espacio identificado como de encuentro, situado en el lado norte de la edificación. Acotado, tanto lateralmente como en cubierta, por entramados de madera, se conforma como un espacio híbrido exterior-interior, de percepción cambiante gracias a la variación de luces y sombras arrojadas.







El programa de la vivienda se resuelve de manera muy sencilla, con una separación clara entre las zonas servidoras y las zonas servidas, divididas en dos bandas, así como, la diferenciación rotunda entre zona de noche y zona de día.







El espacio interior se recrea en la contemplación del paisaje circundante, y se ve alterado por el influjo de la luz y las sombras que desmaterializan, delinean y acotan ambientes y estancias en constante transformación a lo largo del paso del tiempo.





La madera vuelve a ser el material dominante en el interior. Los listones, en tono claro, recubren suelos, techos y cerramientos verticales. El mobiliario asume ese dominio y sucumbe al color blanco. En contraste a la uniformidad, la carpintería emplea tonos negros, mientras la puerta de entrada y las perforaciones de la cubierta estallan en carmín.





La estructura reivindica su autonomía frente a cerramientos y revestimientos. Soportes y vigas, también en madera, contrastan con su color pardo. Las formas inclinadas dibujan separaciones virtuales en el espacio, delimitan ámbitos irreales o enmarcan vistas distorsionadas.







El carácter abierto de los espacios, la transparencia de los cerramientos y la piel permeable al exterior generan visiones pasantes a través de estancias y ámbitos diversos, vistas cruzadas, visuales tamizadas. La riqueza espacial aumenta gracias a la concatenación de situaciones, la combinación de las formas quebradas e inclinadas, o la piel desmaterializada al ser atravesada por la luz.







Fotografías de Sergio Pirrone



https://landarquitectos.com/

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