Recibimos del blog del artista Julián Méndez Sadía este interesante escrito que publicamos integramente. Es un honor obtener este documento del escultor constructivista.
La construcción es aspiración a crear un objeto singular y concreto; es un camino de acción; a diferencia de la composición la construcción afirma. Estamos ante una nueva etapa de la cultura humana, en una sociedad planetaria que contiene más información de la que la mente puede tolerar, pero que brinda suficiente espacio para remontar el espíritu… Con estos postulados, los artistas rusos afirmaron sus ideales y proclamaron una nueva manera de concebir todas las artes, pero fueron la escultura y la arquitectura las más revolucionarias. Naum Gavo y Pevsner firmaron su Manifiesto Realista en 1920 conscientes de la necesidad del cambio que la sociedad industrial necesitaba y que se llevó a cabo a lo largo de todo el siglo XX.
Julián Méndez Sadia es un artista integrado en esa corriente. Comenzó sus estudios en Valencia donde conoció a Ramón de Soto y a Mikel Navarro, perdiendo su contacto personal no así sus trayectorias, curiosamente embarcados en el mismo y singular proceso creativo. Se licenció en Bellas Artes en Madrid con premios extraordinarios y la adjudicación de la beca del Gran Premio Roma que le permitió, además, viajar por Europa y formarse un criterio amplio de lo que significaba el compromiso con el arte actual. En aquella etapa coincidió, en la Academia de España, con los arquitectos Gerardo Salvador Molezún, José Ramón Menéndez de Luarca, Juan López Jaén y Adriana Bisquert, amigos y compañeros inefables. A su vuelta de Roma tuvo la suerte de conocer en Madrid al escultor vasco Jorge Oteiza, para el que trabajó, pasando a materia definitiva, parte de las obras que conformaban su Laboratorio de Tizas. Animado por el maestro, fijó su línea definitiva en el constructivismo.
Cumplió las premisas del arte del hombre nuevo, considerando el oficio como el laboratorio de estudios de toda una vida. Su primera exposición individual llevaba por título, Integración de la escultura en la arquitectura y hasta el día de hoy no ha dejado de investigar; así, su último e inédito trabajo, Proyecto para las ciudades responde a una necesidad de encontrar territorios utópicos -ya no en la dimensión física- donde no sólo vivir, tal vez, soñar.
En el año 2000 cerró parcialmente su estudio-taller, después de haber trabajando directamente todo tipo de materiales y formatos, desde piezas de diseño y múltiples de arte, hasta intervenciones planteadas para su inclusión en enclaves urbanos. Escultor intuitivo, ajeno a lo público, su lucha silenciosa y tenaz ha dejado huella en sus alumnos, por su rigor y veracidad.
Proyectos, audacias… toda una filosofía de las formas en un proceso marcado y, tal vez condicionado, por un sistema que opera dentro de unos límites inexorables. Los artistas actuales no se toman en serio la idea de permanencia. Ahora toda cultura es una cultura integrada que tiende a satisfacer necesidades por encima del goce sensorial.
La asimilación de las nuevas tecnologías han hecho posible una total revolución en las artes visuales acentuando los propósitos y la estética del constructivismo artístico como un caudal de reflexión que deriva de sus ideas. Somos individuos adaptables, capaces de valorarnos a distancia y enfocados hacia un sistema de futuro que ha cambiado nuestra orientación en el tiempo.
Las posibilidades expresivas del volumen que abrió el cosntructivismo, su investigación sobre las leyes de las estructuras, sus análisis rigurosos, acompaña hoy a una generación y a una metodología del pensamiento, siempre en conexión con un estilo de vida. Ningún constructivista serio puede negar la importancia del arte en el campo de la arquitectura.
Avanzamos a pasos de gigante utilizando ese legado, sugiriendo ambientes en un marco común y buscando un equilibrio menos disuasorio. Socializar el arte fue una tarea decisiva que se incluye en todos los procesos creativos, en la arquitectura mucho más visible, menos tímido, de dimensiones complejas, aunque mejor desarrollados.
La idea constructivista no es ni un procedimiento técnico, es una concepción general del mundo originada en la vida, íntimamente ligada a ella y destinada a influenciar en su curso. ¿Qué genio concebiría para nosotros una leyenda más enervante que ese relato prosaico que se llama la vida? En este punto, y cuando nos aplastan los últimos vestigios de una variedad cultural que ha cumplido una fase de grandes cambios, queremos destacar la labor personal de algunos artistas que, de otro modo, hubieran pasado inadvertidas.